Gilber Caro: No hay nada más peligroso que un hombre que no tiene nada que perder

El expresidiario y actual servidor social narra su vivencia dentro de la cárcel y cómo pasó de ser uno de los hombres más peligrosos a predicador y emprendedor

María Gabriela Quintero Longa

Gilber Caro y Javier Lorenzo Debur Medina

 

En medio de una comunidad de Guatire conformada principalmente por expresidiarios que intentan reinsertarse en la sociedad, se encuentra Liberados en Marcha, una organización que ayuda a estas personas a seguir adelante luego de pasar un tiempo en prisión. Un paso adentro de la casa azul y varios escalones arriba: a la izquierda, un cuarto con varias camas que sirven de descanso a los hombres, y a la derecha, una cocina amplia y limpia con un mesón de madera que sostiene una jarra de agua en el medio.

Gilber Caro es uno de los fundadores de la asociación, expresidiario y actual miembro de la organización política Voluntad Popular. En El Rodeo: líder de la banda Carro negro, con un pañuelo amarrado a la cabeza y un cuchillo para defenderse. En la calle: servidor público, alumno del diplomado de liderazgo social, político y económico en el IESA, esposo y padre de una niña llamada Aibsel.

Su caso ha llegado hasta Miami, gracias a voceros que se han interesado en su esfuerzo y dedicación por seguir adelante a pesar de haber pasado varios años en la cárcel. Actualmente se dedica a estudiar y a trabajar en el servicio público: “Quiero hacer política con “p” mayúscula para el servicio social”.

Son las nueve de la mañana de un sábado, el sol está calentando cada esquina de la casa hogar, los trabajadores arreglando el lugar pues habrá un evento más tarde. Caro entra a la cocina con una bolsa de empanadas de carne y pollo hechas en un hogar vecino. Se sienta en frente del mesón, en dirección a la ventana que con vista al barrio y dice: ¿Quieres una?

 

En retrospectiva, ¿cómo ves tu vida?

Se ríe y levanta las cejas En esencia la veo dividida en tres etapas, y todavía vendrá una cuarta. La primera, esa infancia que tú no eliges, que sea buena o mala no va a depender de ti. La segunda, cuando paso más tiempo en prisión: en el año 97 caí preso por un crímen que no cometí y me condenaron a 20 años. La tercera y actual etapa es la de la reinserción, el trabajo, el progreso y el futuro, que para mí es la mejor porque me promueve a una cuarta etapa que será profesional y de desempeñar cargos que puedan ir en beneficio de miles.

 

En esa primera etapa, uno de tus hermanos muere y el otro cae preso.

Sí. De Conejo, le decían así, no recuerdo mucho, se mató un día después de mi cumpleaños en el año 84. Nunca supe lo que pasó, algunos dicen que se les fueron los frenos de la moto, pero otros que le había arrancado la cadena a la persona equivocada.

Mi otro hermano, Humberto, vendía todo para comprar una droga que existía en ese momento que se llamaba basuco. En las mañanas guardaba en mi bolso las 9 milímetros, porque los policías no me revisaban a mí. Fumaba marihuana, y como por una papeleta se pagaban cinco años de prisión, me llevaba a El Ávila y mientras fumaba, botaba el humo en mi cara diciendo: “Nunca consumas”. Respira profundo y baja la mirada haciendo una breve pausa―. El 24 de diciembre del 85 mató a una persona y lo metieron preso.

 

¿Cuándo cometiste tu primer delito?

Lo cometí a los 16 años. Me gustaba una muchacha de ojos azules ―se ríe apenado― y yo sólo tenía un pantalón. No me quería parar en frente de ella con la misma ropa, pero mi papá no podía comprarme otro. Entonces comencé a buscar por mi propia cuenta. A esa edad dejé los estudios.

A los 20 (1993) me metieron preso por tráfico de drogas y me dieron 15 años de cárcel. La doctora Blanca Rosa Mármol de León me absolvió luego, pero fue ahí, en el Retén de Catía que empecé a consumir cocaína.

 

Luego viene cuando pasas más tiempo en prisión, ¿cómo era la cárcel cuando entraste?

En ese momento existía la ley del chuzo, que comenzó cuando un colombiano entró a la cárcel modelo y dijo: “Bueno, aquí está la ley del chuzo. El que quiera sobrevivir búsquese un cuchillo”. Las autoridades se prestaban a esto, nos vendían materiales para hacer chopos y matarnos entre nosotros. Y es que no hay nada más peligroso que un hombre que no tiene nada que perder.

Los vigilantes se drogaban en frente de uno. Yo les vendía drogas. ¿Qué se podía recibir de aprendizaje si los que administraban la justicia eran unos inmorales?

 

Fuiste líder de una banda dentro de la cárcel, ¿cómo hiciste para llegar a serlo?

El liderazgo en la cárcel se obtiene a la fuerza o siendo inteligente. A la fuerza porque si todos cocinan en un espacio pequeño y tú quieres comer primero, le entras a patadas a quien esté ahí. Yo metía patadas y trataba de apuñalear a quien me dijera algo. Así llegué a ser líder de una banda que se llamaba Carro negro. Otras bandas eran los Cazafantasmas, El Bronx, Barrio chino, Los Macacos.


¿Cuándo decidiste cambiar?

Llevaba dos años en una celda sin ver la luz ni salir y me bañana entre 300 cucarachas, cuando llegó un predicador llamado Javier Lorenzo Debur Medina y me dijo que con Jesús tenía una oportunidad, que él iba a orar por mí. Recuerdo que en ese entonces tenía un savagnon (hongo) en el pie y comencé a echarme una cremita, y a rezar para curarme. Surgieron en mí las ansias de valorarme.

 

¿Por qué confiar en Dios luego de haber vivido tanta maldad?

―Responde ansioso y levantando la voz―. Es que ya estás decidido a morir. Para la sociedad no vales nada, para tus familiares no vales nada, para ti no vales nada, para nadie vales nada. Cómo no confiar en Dios si es el único que dice: yo te amo y te acepto como eres.

 

¿Y fue así que lograste salir en libertad antes de que tu condena se cumpliera?

Bueno, me porté muy bien durante varios años y cuando la psicóloga de la prisión me preguntó: “¿Vas a salir a ser un parásito?”, le respondí muy calmado: No, yo aprendí a barrer ―se ríe y asiente con la cabeza―. Me redujeron 15 años.

 

¿A qué te dedicas en esta tercera etapa de tu vida?

Hace unos meses me gané el Premio Padre Olaso en mención de defensa de los derechos humanos de los privados de libertad. Además, estoy estudiando en el IESA, un diplomado de liderazgo social, político y económico. Me gané una beca para terminar mis estudios en la Universidad Carlos III de Madrid, pero la jueza no quiere dejarme ir porque me faltan todavía tres años de presentación ―levanta la cabeza indignado y continúa―. Mi verdadera meta es llegar a las Naciones Unidas para hablar de la existencia de la reinvindicación.

 

¿Qué le dices a tu hija para que no cometa los errores que tú cometiste?

―Sonríe, abre los ojos e inclina la cabeza―Todos los días nos aparece una Y, la vida en sí es una elección. Desde el momento en el que nos levantamos y elegimos si abrimos los ojos o nos quedamos durmiendo estamos tomando decisiones. Asimismo con lo bueno y lo malo. Yo elegí por mucho tiempo lo malo, pero no por eso me quedé perdido en el limbo, siempre hay algo que te indica el buen camino: la consciencia.

 

 

  1. #1 por Antonio Fernández el 17 febrero, 2011 - 10:12 PM

    María Gabriela, cómo estás?
    Tremendo personaje. SIn duda, te dio una buena entrevista. El título es un poco largo aunque es una buen frase.
    El texto para entrar es un poco largo, demasiado descriptivo; se pudo editar. La entrevista tiene un montón de buenas frases e imágenes.
    Calificación: 18.

  2. #2 por Grace Suarez el 17 junio, 2011 - 5:47 PM

    Demasiado bello es mas q cierto q cuesta creer q se puedan generar cambios pero Dios es un Dios de imposibles, y sobretodo un Dios q nos ama desde siempre y para siempre…

  3. #3 por Gianfranco Osuna el 25 agosto, 2011 - 12:07 AM

    Increible, yo mismo caigo en el pesimismo y no he visto la mitad de las cosas de este señor, un varon

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