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Periodista // Investigación Datos

Eduardo Sánchez Rugeles, un observador de historias

Indira Rojas

El sol del domingo se dobla por las esquinas de La Estancia. El lugar, que hace las veces de burbuja urbana, deja colar un  silencio que le gana espacio al bullicio de la avenida Francisco de Miranda. “Le pasé como cuatro años por enfrente y nunca vine. En una oportunidad un amigo me invitó y me dijo, ‘encontrémonos en La Estancia’, y yo me fui al restaurante de La Castellana creyendo que era allí”, comenta Eduardo Sánchez Rugeles, joven escritor venezolano, mientras marcha conversador hacia este centro de arte, lugar seleccionado para dar pie a la entrevista.

A sus 33 años ya sufre del mal caraqueño del cansancio, y entre la frustración, el fracaso, un sueldo limitado y un proyecto de matrimonio tomó el camino del cambio radical y se instaló en Madrid hace tres años.  “Me casé un viernes y nos fuimos un domingo”,  dice.

Deja de hablar, ríe ante el último comentario, mira a su alrededor, y esconde la mirada. Los ojos grandes y la boca temblorosa al hablar delatan timidez y nerviosismo. Sin embargo, se le escapa sin miedo una desafiante crítica, hacia su generación y hacia sí mismo, minada por la experiencia como docente que le mostró jóvenes con dudas, con cuestionamientos y con ideas. Al verlo es fácil darse cuenta de que escribe, piensa, inventa. La camisa a cuadros, los lentes de pasta, los zapatos negros que marcan pasos pausados y silenciosos. Todo en su sitio pero la mirada en ningún lugar. De hecho, Sánchez Rugeles es ganador de la primera edición Premio Iberoamericando de Literatura Arturo Uslar Pietri, por su novela Etiqueta Azul.

Al oírlo se confirma la presencia del literato, su sintaxis tiene un sello particular y la constante observación de lo que ve se traduce con facilidad en su lenguaje, en la conversación, en el hablar. Sin embargo, no se aleja de lo coloquial y no cae en el tecnicismo que resulta pedante. En efecto, no se siente erudito.

Sánchez siente complacencia por sus solitarias maneras. “Soy bastante distraído, pero me gusta ser así porque estoy en mi mundo”, afirma. “Las multitudes me asfixian”, “me gusta caminar por la ciudad”, “soy flojo”, “soy malo para la vida práctica”, va confesando el escritor.

Sánchez disfruta fabular historias con su alrededor

Su literatura, en efecto, conserva la voz de este mundo aislado donde Sánchez vive felizmente. Con énfasis y satisfacción manifiesta: “El fatalismo estético me gusta, el personaje amargo y triste”, y se le escapa una sonrisa dedicada a sus historias y a sus protagonistas.

Sin embargo, su afición por la calma, el silencio y la pasividad no lo convierten en un ermitaño de la montaña, aunque sí en un joven curioso que no encuentra mucho placer en la vida social, y prefiere visitar ruinas rumanas antes que ir a la playa.

Un mundo para Sánchez

Las diferencias en preferencias vacacionales se han traducido en leves conflictos a la hora de orquestar un plan de viajes con su esposa. A Beatriz Catro le gusta la arena y las olas, a Sánchez la montaña solitaria y los destinos raros le provocan fascinación.

Rumania, Croacia y Malta son algunos de los lugares que ha recorrido. El silencio de la historia que se deja escuchar en éstos y ver a las personas en su ambiente le llama con fuerza. Visto así, se puede imaginar a Sánchez vestido como arqueólogo meditando en la mitad de ciudades y pueblos ignorados por el mundo.

“No he ido a Barcelona, no he ido a París, ni ha Berlín pero me conozco toda Rumania, desde Cluj-Napoca hasta el Mar Negro”, comenta. Su novela Transilvania germina en estos lejanos parajes, en una montaña perdida en medio de los Cárpatos. En su camino se topa con un cartel que reza “Estados hermanos de Sibiu”, el cual despierta su olfato literario al ver que entre las ciudades enumeradas se encuentra, en tercer lugar, Valencia, Venezuela.  Ese ojo para el detalle está desarrollado en la distracción, aunque esto suene irónico o absurdo. “Soy distraído, pero me gusta porque me quedo en mi mundo pensando en historias… en pendejadas”,  y cierra con una sonrisa de complacencia.

El va como paseando, como creando mientras camina. Va por la calle, ve gente, ve cosas. “Me gusta fabular lo que la gente hace, lo que la gente dice, incluso venezolanizar a los españoles”, confiesa Sánchez.  Va haciendo crónica de sus observaciones mientras habla, dice que en el metro y en el bus imagina a las personas resolviendo sus conflictos “al estilo venezolano”. Conflictos de amor, desamor, y dinero, que son las temáticas favoritas que se oyen entre los murmullos de las calles españolas.

“Está pasando algo  y yo no me entero”, agrega, retomando el asunto de su naturaleza abstraída. Surge una anécdota rápida, que para algunos suena alarmante aunque a Sánchez parece causarle una especie de gracia cínica. “Una vez, ya viviendo en Madrid, se disparó la alarma de incendios. En ese momento yo veía un partido. Sabía que sonaba una alarma, pero ni pendiente. Cuando mi esposa llega al lugar los bomberos están abajo, y ella comienza a llamarme: ‘¿Dónde estás tú? ¿Qué estás haciendo ahí? ¡Baja ya!’”.

El novelista concluye que no tiene remedio. No sirve para la vida práctica, “soy un inútil para eso”, dice, divertido con los efectos de su defectos. A veces toma el metro en sentido contrario al que debería ir, y en ocasiones la cena se transforma en un verdadero desastre. “En una época mi esposa llegaba tarde a casa, y se supone que yo debía hacer la cena. Pero cocinaba a última hora, y todo salía horrible porque no planificaba la comida.  Debía salir a comprar ingredientes a último minuto, me faltaba alguno, debía volver al supermercado”. Su noción de cuánto dinero dispone en su cuenta no es exacta, y confiesa que a veces sólo tiene una vaga idea de cuánto puede gastar.

La disciplina es sólo santo de su devoción a la hora de escribir. A demás, asegura que recibió mucho apoyo de su familia en este asunto de dedicarse a la literatura. Su conciencia de amor hacia las humanidades llegó temprana y diáfana. “De hecho, tengo borradores de novela de 4to y 5to año de bachillerato, que espero no existan”, manifiesta rememorando quien sabe qué de esos años de camisa beige.

Sánchez le huye a su definición, a su descripción, al bosquejo de sí mismo. “No me gusta definirme, creo que esto es más fácil para el otro, porque a veces puedes pecar de pedantería, falsa modestia, visión limitada”. Para él el concepto del principio es un punto para problematizar, “te puedo decir que como docente fui honesto, pero eso no me hace un tipo honesto”.

Top de favoritos

Caminar por la ciudad e ir pensando anacrónicamente con ella es, sin duda, el pasatiempo recurrente de Sánchez. La caminata parece que lo nutre. La ciudad parece que lo absorbe.

Y así sucede con el cine, el escritor parece haber estudiado bien el comportamiento de las películas y su audiencia en España. Menciona que hay un circuito de salas que proyectan los films con subtítulos, y que a estas salas concurre gente “a la que realmente le gusta el cine”. El costo de la película es más elevado, pero valora al “circuito subtitulado” por ofrecerle una experiencia “menos traumática”. Así llama aquellas tardes de película, donde la bulla y las cotufas voladoras son las protagonistas. A demás, el autor de Etiqueta Azul subraya: “Me niego a ver a Robert De Niro hablando con acento español”.

Otras de sus pasiones es el deporte, “soy un aficionado del fútbol”, declara. Pero Sánchez no tiene una figura atlética, ni actitud de atleta, ni disciplina deportiva. El fútbol por el cual el escritor de 33 años declara su pasión es el que juega y ve en la pantalla del televisor. Su esposa le regaló el PlayStation sólo para que pudiera jugar FIFA, y así sustituir los partidos en computadora por un verdadero juego de consola.

En la música se describe como “ecléptico”. Una triada poderosa conforma su referente musical: Fito Páez, José Sabina y Andrés Calamaro. “Enrique Bunbury está entrando a este grupo selecto, él es muy raro pero interesante”, agrega.

“Por Bunbury descubrí a Nacho Vegas, y me gusta mucho. Es un asturiano medio rockero, pero al mismo tiempo tiene algo de Silvio Rodríguez”. Los labios se expanden con soltura, y ríe con un poco de timidez. Aclara que no tiene prejuicios con la música, y que escucha de todo. Sólo hace dos excepciones: Ricardo Arjona y el reggaetón. Enseña una lengua burlona y frunce el entrecejo para enfatizar su rechazo.

Entre las artes plásticas Sánchez se inclina por la pintura. “El arte clásico lo sigo con interés, de hecho fui profesor de Historia del Arte”, expresa. Habla con propiedad de la vanguardia, del siglo XX, de sus gustos por Picasso y Dalí.

Su rostro cambia con una nueva mueca cuando comienza a opinar sobre el arte contemporáneo, “tengo mis conflictos con él”, indica. A ciertas expresiones las califica como “dadaísmo chimbo”, aunque rescata la tendencia a la trasgresión de los espacios, que va más allá del lienzo.

Las cervezas en la barra y el compartir con sus amistades no escapan de sus actividades favoritas. “No soy solitario al extremo, también tengo mi círculo de amigos”, alega.

El profesor Sánchez

Las editoriales, la prensa y la opinión pública lo llaman escritor, pero Sánchez fue primero profesor de Educación Media, un trabajo que marcaría sus perspectivas y le traería un cambio de vida. Laboró durante tres años en el Colegio San Ignacio de Loyola, el cual visita sin falta cuando está en Caracas para “alterar un poco la melancolía”. En Madrid la experiencia con sus alumnos, y la docencia en general, se convirtió en nostalgia. De hecho, Etiqueta Azul es una obra que aparece sola arrastrando un momento oscuro de Sánchez que involucra el extrañamiento del colegio, y sus personajes son el producto procesado de un grupo de alumnos que construyeron en Sánchez un arraigo imperecedero.

Como una acotación recurrente, redundante, incluso retumbante, Sánchez no puede dejar de repetir “disfruto mucho la docencia”.

Los ojos de Sánchez

En comparación con otros de su generación, Sánchez se reconoce como autocrítico. Sus ojos, su manera de observar, están minados por las interrogantes y el deseo de demostrar que no viene de una Venezuela perfecta. “Para mi generación nosotros somos chéveres, somos de pinga, somos los más arrechos. Es difícil encontrar un interlocutor que diga ‘esto es una mierda’”. El novelista lo dice con decepción, tal vez con un poco de molestia. Constata que por ello se lleva mucho mejor con los jóvenes de la actual Venezuela, a quienes considera individuos que tienen algo que decir, y que se plantean cuestionamientos.

No es partidario del actual gobierno, “el chavismo me parece perverso y trágico”, dice con un tono de fastidio cansado. Afirma que no tiene estómago para escuchar hablar a quien no tiene nada que decir, y detesta la sifrinería extrema, tanto como el “toderismo”; concepto que Sánchez formula para hablar de los falsos eruditos con complejo de “sabelotodo”.

Sin embargo, sus peores enemigos son los grandes y temibles gurús. Los gerentes, los magnates, los encargados de las editoriales, los intelectuales deformados a autoridades indiscutibles. A ellos les arruga la cara y les manda un saludo poco amigable. En efecto, Sánchez no quiere emborracharse en su éxito y procura cuidarse de convertirse en un gurú de la literatura venezolana.

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“Centralizar las decisiones condujo a la paralización de las actividades de los museos”

Susana Benko afirma que las instituciones museísticas se encuentran en estado de abandono y han perdido su autonomía con la creación de la Fundación Museos Nacionales

Indira Rojas

Susana Benko es investigadora de arte, curadora, docente y museóloga. Además, es miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte, AICA, y ha escrito varios libros y ensayos. Benko, que se describe como amante del arte venezolano, confiesa que ha dedicado su vida a éste y actualmente trabaja en el equipo directivo de la Fundación Museos Nacionales, FM. Para ella los museos se encuentran en crisis dada la poca atención del Estado y la atribución de responsabilidades a la FMN que antes eran jurisdicción de cada  institución artística.

—¿Cree que la Fundación Museos Nacionales está haciendo algo por los museos actualmente?

En sus comienzos no interfería en las programaciones expositivas, pero al poco tiempo esta fundación, que debía ser un facilitador, se tornó en un mega-museo y tomó atribuciones que no debía asumir. Centralizar las decisiones condujo a la paralización casi total de las actividades de los museos. La FMN prácticamente está desmantelada. Honestamente, me parece, visto desde afuera, que la FMN no está haciendo nada por los museos actualmente.

—Según su opinión, ¿qué proyectos y exposiciones se prefieren mostrar en los museos?

Actualmente el principal interés es mostrar la colección permanente de los museos como única de la FMN. Cabe señalar que al crearse la FMN todas las colecciones pasan a ser de su propiedad, pero todavía en el 2005 se señalaba cuál museo lo custodia.

En las exposiciones actuales esta importante información es eliminada. Se identifican las obras como colección de la FMN sin señalarse a cuál museo están adscritas. Esto evidencia el deseo de la actual política cultural no sólo de centralizar las colecciones en un depósito común, sino de continuar con el desdibujamiento de los perfiles de los museos.

En cuanto a exposiciones temporales, es evidente que se otorgan recursos a las exposiciones que exalten de alguna manera los intereses del gobierno, un caso es la muestra del Bicentenario «1810» que fue multimillonaria, o muestras que tengan alguna afinidad «ideológica».

—¿A qué se refiere con “los perfiles de los museos”?

—Este perfil se consolida principalmente por las colecciones que custodia. Acorde a éstas, tenemos museos de arte venezolano, museo de arte universal, arte contemporáneo y arte moderno; aunque lo contemporáneo no es lo que más contiene este museo. Este desdibujamiento de perfiles se inició cuando el Ministro Sesto eliminó los identificadores gráficos por un logotipo común.

—¿Se puede decir que existe una notable producción artística en el país?

—Absolutamente. He dedicado mi vida al arte venezolano y no me alcanza el tiempo para ver y apreciar todo lo que quiero. Desde maestros siempre fecundos y creativos como Carlos Cruz-Diez hasta jóvenes que actualmente exponen con una obra fuerte, condensada.

—¿Cree que los museos venezolanos se han adaptado a la cultura y el arte contemporáneo?

—Íbamos por el buen camino. Se truncó en esta década.

—¿Qué aporte a la cultura se reflejaría en la construcción de  los museos de Fotografía, Cine, Diversidad Cultural,  Historia, Palabra, Arte Popular, Ciencia y Tecnología y  Arquitectura?

—La creación de un museo es siempre un aporte a la cultura. Por supuesto, hablando de museos que realmente existan, con un espacio físico y con una colección que los sustente. En Venezuela necesitamos resguardar la memoria de lo que producimos en todos los ámbitos.  A Venezuela hay que seguirla construyendo, y una manera es no silenciando sus productos culturales.

—En el 2006 se decretó la construcción de estos ocho museos, ¿por qué cree aún las obras no están culminadas?

Supongo que las autoridades han tenido otras prioridades.

—¿Cree que los museos venezolanos reciben del Estado la atención que requieren?

No. Cuando reciben algo, es a medias. El ejemplo más contundente son los problemas de infraestructura de los edificios. El trabajo no se culmina y lo poco hecho se termina de echar a perder.

¿Entonces diría que se encuentran en un estado de abandono?

Sí, están abandonados. Ello no sólo es visible cuando hay goteras en una sala expositiva o cuando no hay oxígeno, como ocurre en el Museo Alejandro Otero. Hay abandono hasta en los detalles: un baño sucio, sin papel o jabón. Hay un abandono interno y externo. Hay desmotivación. Los sueldos son criminales, los empleados ganan su mayoría sueldo mínimo.

—¿Por qué considera que los museos son silenciados?

Son silenciados porque existe la permanente amenaza del despido, sea por reestructuración o porque no se es «incondicional». Aunque mucho de esto no ha ocurrido todavía, se practica la amenaza como estilo gerencial. Existen muchas formas de silenciar un museo: traspapelando una orden de compra, practicando operación morrocoy en las tomas de decisiones, etc.

Se estima que los museos recibirán 17 millones de bolívares menos en su presupuesto en comparación con el año pasado. ¿En qué medida se ve afectada la Fundación y los museos por esto?

—No puedo comparar. El 2009 para el Museo Alejandro Otero fue cero. No sé qué más le pueden quitar.




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Palabras del Papa expresan aprobación parcial del uso del preservativo

Declaración del Sumo Pontífice ha creado una polémica sobre la apertura de la Iglesia ante las formas de anticoncepción. El Padre Antonio Heinz Escorche, la doctora Tamara Rosales, y Freddy Goncalves, licenciado en Letras y homosexual, discurren sobre el verdadero alcance de estas afirmaciones

Indira Rojas

A un año de haber afirmado, durante un viaje apostólico a África, que el uso de los preservativos no ayudaba a combatir el sida sino que “al contrario, sólo aumentan los problemas”, Benedicto XVI señaló que el condón puede ser usado en algunos casos para “reducir los riesgos de infección”, por ejemplo, por mujeres o hombres que se dediquen a la prostitución.

Aún cuando sus declaraciones no pertenecen a un contexto formal, ya que están contenidas en una entrevista realizada por Peter Seewald, fueron suficientes para crear debate. El vaticano ha intentado matizar las palabras del Papa, asegurando que mantienen su posición contra el uso del preservativo como forma de anticoncepción; pues no lo consideran “una solución moral”.

Aunque la prensa y algunos vaticanistas muestran un rostro positivo a esta nueva posición de Benedicto XVI, la apertura de la Iglesia sobre el uso del condón y otros anticonceptivos tiene mucho camino por recorrer para representar un verdadero cambio en los dogmas católicos. Se aceptó el preservativo como un mal menor frente a la problemática de la transmisión del VIH, pero esto no significa un consentimiento total de su uso.

La “solución moral”

“Pensar en el uso del preservativo como solución es como pretender que con tapar la gotera de la casa estamos controlando la catástrofe causada por las lluvias”, aseveró Heinz, párroco de la iglesia Nuestra Señora de Lourdes. El religioso definió las palabras del Papa como “acertadas” y recalcó que éste debe realizarlas con mucha cautela, pues su responsabilidad no es “tarea fácil hoy en día”. Para Heinz “el problema es que el sexo necesita ser vivido responsablemente, con educación adecuada y acertada, y al no alcanzar este cometido se oferta el preservativo como prótesis”, según manifestó al preguntársele sobre el debate generado.

Por el contrario, para Goncalves las soluciones morales son un tema peligroso porque “los tiempos y la cultura han cambiado”.  Además, observa que la Iglesia tiene un conflicto interno moral que no ha remediado: “Lo que realmente no tolero y tampoco acepto es la falsa moral, y es que no puedo leer al Papa sugiriendo este tipo de soluciones morales meses después de que se destaparan los miles de casos de pederastia sin solucionar. No es que diga que él apoya la pederastia, pero como alteraba al clero, no fue lo suficientemente tajante en las decisiones a tomar”.

Una Iglesia ¿moderna?

La doctora Rosales dice que la Iglesia debe adecuarse a las necesidades de la sociedad, y advierte: “Si ésta está en contra del uso del condón hay mayor curiosidad por lo prohibido, sobre todo en los adolescentes, y eso aumenta los embarazos no deseados”. Conoce pacientes que respetan a cabalidad las directrices católicas y afirma que: “Muchos indican que si tienen mayor cantidad de hijos al menos alguno irá a la universidad y logrará sacar adelante a la familia”. Sin embargo, ella manifiesta que hay un cambio total en la posición de la Iglesia.

Mientras, Goncalves se muestra escéptico sobre la posibilidad de una transformación en la misma. Dice: “Esperanza para mí no es que me digan qué toleran y qué no aceptan, porque en el fondo ¿quiénes son los miembros de la Iglesia para aceptar mis decisiones como persona? A la larga ellos son tan seres humanos como yo y en su prédica “todos somos iguales”.

Agrega que la institución religiosa no está orientando adecuadamente el tema del uso del condón. Las acciones de la misma no deben condenar a la sociedad por utilizar el preservativo “sino enseñarme el compromiso que implica dejar de usarlo”, expresó.

Heinz también reconoce que la Iglesia, como institución social, debería ser mucho más cercana. “Todos los que creemos y formamos parte de la Iglesia desearíamos que ésta dialogara de manera más abierta con las sociedad, que sintiera más de cerca sus inquietudes y necesidades. Al reconocer sus limitaciones no está disminuyendo su ser Iglesia, ni se está negando a su misión de llevar el Evangelio”.

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María Fernanda Hernández: Soy una cumanesa internacional

María Fernanda Hernández, ingeniera civil venezolana, es reconocida por la Universidad HafenCity de Hamburgo como la mejor estudiante extranjera al recibir el premio DAAD; siglas en alemán de Servicio de Intercambio Académico Alemán

María Fernanda Hernández recibe el premio en el acto de bienvenida de los nuevos alumnos

Indira Rojas

El premio DAAD me fue entregado en el marco de bienvenida de los nuevos alumnos del semestre de invierno 2010. Había música en vivo, comida y bebida para celebrar el inicio del semestre. La sala estaba repleta y yo debía pronunciar un breve discurso ante no menos de cien personas, entre las que se contaban estudiantes, directiva de la universidad, profesores y representantes de algunos gremios dentro del instituto. Me sentía muy nerviosa, yo juraba que para este evento no venía mucha gente. De hecho, yo no pude asistir a la bienvenida cuando comencé a estudiar en la Universidad de la HafenCity de Hamburgo.

A los nervios se sumaba el hablar en alemán frente al público, frente a tantas personas de la directiva. Sin embargo, el acto fue muy bonito; porque además la Oficina Internacional estaba muy emocionada, era la primera vez que el premio era otorgado en mi universidad. Incluso, entre las personas que luego se acercaron a felicitarme se encontraba una muchacha con la que cursé la materia de Diseño hace dos años. Me pidió algunos consejos porque empezó a estudiar la maestría en planificación urbana que yo acababa de terminar.

Para mí fue una gran sorpresa recibir este premio. De hecho, cuando me llamaron para notificarme que había ganado yo en realidad pensaba “no quede seleccionada por el jurado”. Y lo creía así porque la Oficina Internacional de la universidad indicó que máximo a finales de septiembre se daría a conocer el ganador del reconocimiento. Y septiembre pasó y yo no había recibido noticias de ellos, por lo que juraba que otro estudiante había calificado.

Recuerdo que me llamaron y yo no pude contestar en un primer momento, así que me dejaron un mensaje. Cuando lo oí me entró una gran emoción y estaba muy contenta. En ese momento me encontraba sola, y no lo podía creer. Corrí a llamar a mi esposo inmediatamente y esperaba ansiosa que fuese de día en Venezuela para contarle a mi familia. Yo conocía a la persona que se había comunicado conmigo, por lo que el mensaje que había dejado era súper emotivo; me decía exaltada que yo era la ganadora del premio.

Uno o dos días después, al sentarme a revisar mi correo, leí dos mensajes de mi hermana donde mencionaba que dos periodistas en Venezuela habían publicado algo sobre el reconocimiento en twitter, y que Nelson Bocaranda era uno de ellos. Quedé en shock.

Luego Globovisión me contactó para una entrevista. Yo me encontraba en casa de una amiga con su mamá, ellas estaban súper emocionadas y yo muerta de los nervios. Temblaba. En menos de quince minutos me dicen: “Estás en Aló Ciudadano en este momento”. Todo fue tan rápido que no pude avisarle a nadie, aún así recibí muchos correos y llamadas por Skype de amigos y familiares que habían visto el programa.

No puedo contar la cantidad de personas que me han contactado por esto, más de 200 fácilmente. Soy de Cumaná y allá la noticia provocó mucha euforia. Mis padres y mis suegros estaban como locos, mis amigos también. La verdad, viví la emoción del premio a través de ellos. Creo que no lo había asimilado hasta que pasó todo esto.

No hay palabras para describir lo bonito que se siente ser portadora de buenas noticias para mi país, que tanto las necesita. Como la gran mayoría de los venezolanos que nos encontramos fuera, quiero volver a mi país y hacer un aporte para construir la Venezuela que todos queremos, soñamos y merecemos.

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Virgilio Jiménez: Hay cambios en las obligaciones del registro civil

Virgilio Jiménez, autoridad del registro civil de la parroquia San Juan, lleva 20 años trabajando en instituciones gubernamentales. Expone que la reforma de las leyes le ha conferido nuevas responsabilidades a los registros civiles sobre la gestión de documentos

Indira Rojas

A las 8:30 am comienza la jornada en el registro civil, sin embargo el público empieza a congregarse en sus alrededores en horas de la madrugada; haciendo una cola imaginaria de gente que desea pasar primero. Las puertas viejas de vidrio y metal se abren para dejar entrar a los impacientes, que ya han preguntado varias veces “¿Y cuándo piensan atendernos?”, con un tono de queja seca y fastidiosa.

“Lo más difícil de este trabajo es el trato con la gente, todos tienen un carácter diferente, siempre quieren todo para ya”, dice Virgilio Jiménez, registrador civil de la parroquia San Juan, mientras hace un recuento mental de las señoras, ancianas, hombres y jóvenes que han llegado a su dependencia pidiendo ser atendidos con una actitud de arrogante pedantería. “Señora, con esa actitud no la atienden en ningún lado, le dije una vez a una mujer que llegó reclamando”, comenta.

Sin embargo, Virgilio expresa que se siente muy orgulloso de trabajar en uno de los primeros registros civiles de la ciudad y toma su labor con seriedad. En su escritorio reposan la Ordenanza de Convivencia Ciudadana, la Ley Orgánica del Registro Civil y el Código Civil Venezolano. “Hay muchos cambios en esta dependencias, y todas están contempladas en estas leyes”, afirma Virgilio, mientras  toma una de ellas en sus manos. La hojea, la repasa, la mira con contemplación.

Las modificaciones en estas leyes corresponden principalmente a términos del área legal y judicial, por ejemplo la figura del concubinato ya no existe y ahora se denomina unión estable de hecho, y plantean nuevas responsabilidades de los organismos del Estado que se desempeñan en esta área.  Virgilio menciona que las rectificaciones que antes eran realizadas por los tribunales, pasaron a ser una tarea de los registros civiles; mientras que el permiso para menores ya no puede ser conferido por ellos.

Además de las competencias que la ley asigna a los registros civiles, en la parroquia San Juan prestan algunos servicios adicionales, según explica Virgilio.  Los más comunes son las constancias de residencia, fe de vida, permisos de mudanza y constancias de expensa. Sin embargo, el documento más solicitado es el acta de nacimiento. “Es evidente -expresa el registrador-Tenemos muy cerca a la Maternidad Concepción Palacios, un monstruo”.

La placita que está frente al registro está siempre poblada en horas de la mañana, en el organismo atienden un aproximado de ochocientas personas al día. Treinta funcionarios de lunes a jueves tramitan y expiden actas de defunción, constancias, reconocimientos y presentaciones.

Virgilio sólo se lamenta de la mala reputación que poseen los funcionarios públicos.  “Nos tildan de carreros, reposeros y corruptos”, afirma.  Su experiencia le ha demostrado que la empresa privada tiene prejuicios sobre los funcionarios, sin embargo entiende que la responsabilidad de curar la reputación de su gremio reposa sobre ellos.

 

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Vito Finiello: El sastre es un corrector de defectos

En una economía que ahoga el poder adquisitivo de los venezolanos el valor y la función del sastre en la sociedad se ha transformado.

Indira Rojas

La fachada de Vito Sastre mira justo hacia al centro comercial Tolón, donde cientos de vitrinas exponen las colecciones del verano o las prendas más cotizadas en Europa. Dos realidades de la industria de la confección, una entregada a la imagen personalizada y otra al consumo en masa de prendas estándar, comparten espacio en la misma calle. Sin embargo, Vito Finiello, dueño de la sastrería, asegura que la moda no es el principal enemigo de su arte. En sus 56 años laborando como sastre ha encontrado en la crisis económica y en las políticas de gobierno buena parte de la responsabilidad en el abandono de este oficio.

–¿Qué caracteriza a un buen sastre?

–La puntualidad, y que haga las cosas con cariño más que por dinero. Un buen sastre sabe corregir los defectos de su cliente, esa es nuestra función principal. Hay personas que son encorvadas, que tienen mucho pecho, que son pequeños y gruesos, o altos y muy delgados. Nuestra labor es hacer el traje de tal modo que se puedan disfrazar los desperfectos del cuerpo.

–¿Por qué preferir ropa de sastre a las prendas estándar de las tiendas?

–Es particular, la persona se lleva algo único, ya sea por la tela o el modelo del traje. Así uno no se hace esclavo de la moda.

–¿Cómo es ser sastre en una sociedad que se inclina por el consumo en masa?

–La demanda ha bajado mucho, pero se debe a que hay pocas personas que pueden costearse un traje de sastre. Un cliente que encargaba tres o cuatro piezas, ahora encarga sólo una. Uno se ve afectado por la moda, por supuesto. Pero no es el verdadero problema.

–¿Es la sastrería un oficio olvidado por la sociedad?

–Sí, hoy en día hay muy pocos jóvenes que se interesen o se dediquen a aprender sastrería, o algún oficio en general.

–¿Qué podría hacerse para rescatar la sastrería de su completo olvido?

 –El gobierno debería dar una especie de subsidio para los jóvenes aprendices, pues para nosotros es muy costoso tener jóvenes a quienes enseñarles y al mismo tiempo pagarles mientras estén trabajando en la sastrería.

–¿Cómo se promociona un sastre?

–Haciendo bien su trabajo. Cuando el cliente va a una fiesta, por ejemplo, y a la gente le gusta el traje que le has confeccionado, preguntan dónde lo compró o quien se lo hizo. Recuerdo que intercambiaba trajes por cuñas con Gilberto Correa, cliente mío por muchos años. Pero la publicidad realmente no sirve de mucho para este oficio.

–¿Existe alguna organización que apoye a los sastres en el país?

–En una oportunidad se creó una asociación venezolana de sastres, Asovensa. Pero no duró mucho, sólo 6 años. Fracasó porque había mucha envidia y competencia entre los sastres que pertenecíamos a ella.

–¿Qué cosas simpáticas posee este oficio?

–Conoces a la gente y sus historias, recibes mucha satisfacción cuando tus clientes te agradecen o felicitan, y te pasan muchas cosas curiosas. Por ejemplo, una vez tuve un cliente que para mí era extraterrestre. Recuerdo que le estaba probando el traje para hacerle unos arreglos, y traspasé su piel con un alfiler en la manga de la chaqueta. No se percató de ello hasta que se la quitó. Cosa curiosa.  

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