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“La Candelaria se convirtió en zona roja”

Eyleen Cruz, una vendedora ambulante de 33 años, asegura que ya no puede estar tranquila en la calle donde creció

Verónica V. Rodríguez G.

Siempre he vivido aquí (en un edificio ubicado entre las esquinas Paradero y Venus, en La Candelaria): me trajeron directo de la Maternidad. Por eso me duele ver en lo que se ha convertido esto. Cuando yo tenía ocho años, cerrábamos esta calle todos los domingos para hacer patinatas familiares. Ahora que mi hijo tiene esa edad, se cierra la calle cada vez que cae algún muerto a manos del hampa. Y esto pasa más seguido de lo que uno esperaría.

La semana pasada mataron a un hombre frente al kiosco donde mi chamo compra las chucherías. ¡No eran ni las ocho de la mañana! Yo venía de dejarlo en la escuela y escuché los disparos. Me lancé al piso y del susto tiré todo lo que cargaba encima. Apenas pude ver cómo un hombre caía al suelo y moría en el acto –luego supe que era un choro−. Sus “compañeros” (resalta, con un dejo de ironía) se montaron en una camionetota, todavía con los hierros en las manos, y salieron pitados. Todo esto, al tiempo que un chamo como de mi edad se agarraba la cabeza con una mano, y con la otra sostenía una pistola. El sangrero era horrible. Salió corriendo como pudo y dicen que llegó a la Cruz Roja y que ahí lo medio parapetearon.

Según me contaron, el muchacho vive aquí cerquita (señala hacia la otra cuadra, la que va desde la esquina Venus hasta la entrada de la Avenida Libertador), es guardia de seguridad –por eso andaba con pistola y se salvó de bromita−, y la camionetota era suya. Hay quien dice que lo querían secuestrar porque le tenían tirria y lo iban a matar; otros, que querían robarlo. Total que se armó un alboroto porque el tipo tenía sus contactos. Hasta salieron fotos en la prensa. ¡Qué orgullo, vale! Que la fachada de tu edificio aparezca en la sección de sucesos del periódico, con un cadáver en la puerta: una invitación para conseguir nuevos inquilinos, ¿no?

La Candelaria se convirtió en zona roja, después de haber sido sinónimo de cultura durante tanto tiempo. Todas las noches había algún evento: una fiestica por aquí, un local presentando músicos en vivo más allá… Ahora hay que estar loco para andar fuera de casa cuando dan las ocho de la noche. Si toca llegar tarde, hay que andar rapidito y con veinte ojos, por si acaso. Antes la vida nocturna de la zona era famosa; las tascas estaban abiertas hasta la madrugada y el ambiente era súper agradable. Ya eso no existe. A las nueve de la noche ya no hay vida por estos lados.

Por lo menos dos o tres veces en semana se escuchan tiroteos en la madrugada; casi siempre al nivel de la avenida Andrés Bello (a una cuadra del lugar). Desde que el edificio que está al lado del Banco Mercantil (sede principal) fue invadido por unos impresentables, esto se ha convertido en un infierno. Además, están también los invasores de la que la era la Torre Viasa. Prácticamente, estamos rodeados: “si no nos agarra el chingo; nos agarra el sin nariz”.

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